lunes, 16 de julio de 2007
El Dr. García en el diario La Jornada
Ser escuchado, el afán de un hombre con discapacidad
Por CARLOS O. MORALES CUERNAVACA.
Héctor es un médico veterinario, actualmente vive en esta ciudad capital, y es un hombre que hay que admirarlo en todos los sentidos, pero principalmente por ese deseo enorme de luchar por su derecho a vivir.
¿Qué tiene de extraordinario de tener el deseo de vivir?
Todos los tenemos en una u otra medida.
No esta vez, Héctor García Caballero es un hombre especial, es un ser humano que ama como usted o como yo, es un hombre que desea conservar a su familia siempre a su lado, sólo que a diferencia de nosotros, Héctor García es un ser humano con capacidades diferentes.
Es discapacitado, lo que no le impide acudir a foros en la ciudad de México a buscar los espacios para dar a conocer las limitaciones que las propias leyes de nuestro país le imponen. No tiene derecho a una pensión, ni su actual pareja puede acceder a beneficios públicos, porque no están casados oficialmente, pero lo más importante para él, confiesa, es hacerse escuchar.
“Quiero hacer escuchar mi voz, la cual a veces no es muy clara por el esfuerzo de regular la respiración al hablar. Quiero hablar de mí, de mi derecho a vivir, de mi deseo de seguir siendo económicamente productivo. Cuadrapléjicos en condiciones similares a las mías levantaron su voz. Ramón Sanpedro es el más conocido de ellos, pero él peleaba un derecho a morir, yo a diferencia absoluta del español, quiero vivir, amo la vida, y aprecio la enseñanza que mi discapacidad me da de valorar la vida y disfrutar cada instante y cada momento; en suma, peleo por seguir viviendo”, expresa.
Héctor Manuel García Caballero, de 43 años, padece esclerosis múltiple desde los 19 años y hace 10 está en silla de ruedas y hoy sólo controla sus movimientos del cuello hacia arriba.
Su carrera ha sido ejemplar aun cuando para mucha gente sea sólo un discapacitado más. En sus palabras no hay resentimiento, solamente se percibe ese inmenso deseo de vivir, de ser útil, de que la gente importante, los que hacen las leyes en este país y en la entidad, lo tomen en cuenta.
Héctor, narra su vida así: “Estudié medicina veterinaria en la UNAM. Ejercí mi profesión con entrega… hasta el día en que mis manos dejaron de ser útiles. Dejé mi vida de doctor de mascotas. Me retiré siendo un adulto joven, fuerte, al que la discapacidad le quitó la oportunidad. Hoy, no recibo pensión, a pesar de no mover piernas ni brazos y no ser apto para mi profesión. Los veterinarios rara vez somos asalariados. Mis 12 años de trabajo independiente no aseguran mi vejez.
“Pese a ello, me convertí en telefonista y desde 2001 tengo derecho al Seguro Social, pero me niegan mi pensión argumentando la antigüedad de mi discapacidad, pero en mi caso, el padecimiento ha sido progresivo hasta la invalidez. El empleo como telefonista es el único que estaba en posibilidad de conseguir y desempeñar. Sí, soy el mismo discapacitado, el que requiere ayuda hasta para beber agua. Que no puede moverse por sí solo diez centímetros de la posición en que lo colocan. El mismo que –aún para ser telefonista– solicita a otros que hagan lo que con mi cuerpo yo no puedo. Lo bueno, es que mi empleador no me despedirá.
“Tengo un permiso casi permanente para ausentarme y permanecer en Cuernavaca, donde intento vivir siendo útil a mis semejantes, como un jefe de familia. Estoy formando una familia: la que por convicción evité en mi juventud, pero que hoy a pesar de mi condición tengo oportunidad de hacer en mi edad adulta. El único patrimonio que ofrezco a mi mujer y a su hijo: es mi deseo por seguir viviendo, respetar las leyes y trabajar. Paradójicamente, mi país me descalifica para ser igual que todo ciudadano. Mi calidad de profesionista es obstáculo y no aliciente.
“La carrera que elegí debió darme oportunidad de formar un patrimonio, pero mi enfermedad es desgastante y se comió uno a uno todos mis sueños. Como familia también somos vulnerables, pero por edad, educación, y condición fuera de matrimonio, se nos descalifica para recibir ayudas gubernamentales. El deseo de superación que nos hizo universitarios nos elimina de la lista de necesitados. Siendo madre soltera, ella no es candidata a programas asistenciales por tener pareja, que soy yo.
“La discriminación laboral por edad es otro freno en nuestro plan de vida. Somos un veterinario/telefonista sin derecho a pensión y una periodista/madre desempleada. Mi enfermedad es incurable, crónica y de tratamiento excesivamente costoso. Apelo a mi derecho a pensión y a garantizar mi atención médica, como lo establece la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en su artículo cuarto.
“Por ello, insto a que se tomen las medidas pertinentes para modificar leyes, reglamentos, costumbres y prácticas que dificulten el acceso a los beneficios legales de los discapacitados. Con este ejemplo de mi vida, los diputados locales de todos los partidos, los diputados federales del PAN, PRI o PRD tienen la oportunidad de demostrar que verdaderamente son representantes populares, acudo al gobierno del estado, porque no tengo pensión porque la ley no considera situaciones extraordinarias como la que me llevó a dejar mi profesión, los convoco a que hagan posible el cambio. Les pido que tomen en consideración mi dicho, que se muevan del modo en que yo no puedo hacerlo.
“Nací en la Ciudad de México, crecí jugando en los alrededores del Monumento a la Madre, ahí aprendí a patinar. Vi cambiar el cielo muchísimas tardes en un edificio de Antonio Caso. Hoy quiero que mi ciudad siga siendo un lugar donde la gente puede vivir. Quiero que en Cuernavaca, se cambien las reglas igual que en mi país, las reglas que nos excluyen a unos pocos por ser diferentes. Vengo a pedir que se respete el derecho a vivir. Mi derecho a vivir”.
¿Tiene razón? No lo sabemos, pero sí vemos ese deseo enorme por vivir, y a Héctor le agrada mucho la idea de participar activamente para fundamentar derechos que a veces por uno u otro motivo son planteados por personas muy preocupadas, pero que en ocasiones no son discapacitados.
Por ello, dice: “Ratifiqué mi testimonio ante la Conapred –mismo que no considero una queja en sí–, aunque tengo cierta preocupación por los trabajos en que he colaborado y aún colaboro. No me gustaría perjudicar a mis actuales empleadores por presionar a las autoridades. Anteriormente yo no contaba con Seguro Social y ahora gracias al modesto trabajo lo conseguí, y aunque ya no puedo desempeñar actividades no he perdido el beneficio del Seguro Social por atención de mi patrón”.
El día 17 del presente mes en la ciudad de México, hablará de un manual para personas con parálisis causada por lesiones medulares.
Ahí mismo, Héctor narrará su experiencia personal en casi una década de inmovilidad, en el modo que su sentido común, su estado de ánimo, su sed de información y sus conocimientos de medicina le han permitido prevenir y evitar complicaciones físicas y fisiológicas.
Cabe señalar que uno de sus proyectos en desarrollo –como pareja– es una asociación en la que se apoye a personas con esclerosis múltiple y a sus familias, "porque jamás se está suficientemente preparado para cambiar la vida personal y familiar al surgir una discapacidad. Sin conocer los contenidos del manual, pensamos que posiblemente sea similar a la Guía de Recursos para la Parálisis que edita la Fundación Christopher y Dana Reeve. Habiendo leído esta guía, reconocemos y celebramos la importancia de que se haga una edición para consumo nacional, con recursos al alcance de la mano de los mexicanos".
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