sábado, 15 de septiembre de 2012

Un pedazo de México


Ahora que está por comenzar el Séptimo Congreso, la emoción y la angustia de la responsabilidad de ser anfitriones me hace recordar la primera vez que viajé a Cuernavaca.Después de mucho tiempo de no salir a ningún lado por desánimo o por las complicaciones que todos aquellos que padecemos esta enfermedad sabemos, me animé a salir gracias a Ana Silvia.

Pronto comencé a maravillarme.


Una vez saliendo de la Ciudad de México, -eran los primeros días de octubre, algunos días después de que habían pasado las lluvias- pareciera ser como si la naturaleza me hubiera adornado todo el camino.

El paisaje con un cielo despejado y un azul esplendoroso, los campos de un verde brillante con múltiples flores silvestres a los lados de la carretera.

Son conocidas las curvas de la autopista que conduce a Cuernavaca, pero cada vuelta el paisaje cambiaba el telón y se embellecía más con enormes árboles de frondoso follaje que tapizaban todos los cerros. La autopista México-Cuernavaca es tal vez la más antigua de México, y siempre está en excelentes condiciones.

En los pequeños pueblos antes de llegar a Cuernavaca se respiraba un ambiente tan provinciano que te obligaba a detener para comer unos buenos tacos de cecina o gran variedad de quesadillas (no se si me obligaba pero se antojaba mucho, y yo que soy tragón).

A mí me parecía hasta la carretera como parte de una película con tremendos árboles a los lados dando sombra al camino; en fin, todo parecía nuevo y puesto para mi viaje y poco antes de llegar, al bajar de la montaña (el punto más alto del camino son 3mil metros sobre el nivel del mar). Al bajar de la montaña, se comenzaba a ver todo el valle de Cuernavaca: la carretera desciende suavemente y da una sensación de lo hermoso que es estar en esta vida.

En repetidas ocasiones, Ana me cuestionaba por qué toda la gente pensaba que vivir en Cuernavaca era de ricos.

No sé si será de ricos, pero todo Morelos tiene un clima único con unos paisajes maravillosos, por eso también tiene un turismo sumamente variado, entre intelectuales y jóvenes que llegan el fin de semana así como familias de todas las condiciones sociales que tienen la oportunidad de disfrutar el ambiente, el clima y a la gente de Morelos.

Aquí, las personas están acostumbradas a vivir con un clima envidiable, una maravillosa vegetación, y árboles por todas partes.

Todavía recuerdo mi primer desayuno en el jardín, un desayuno al aire libre y de adorno una catarina de acompañante en la mesa. Una mariposa volaba por mi cabeza, una blanca y muy grande, en esos momentos los pequeños insectos que generalmente uno teme o evita que se le acerque, era inspirador verlos caminar en su ambiente, entre las flores y aves del paraíso.

Margarita Estrada, magnífica fotógrafa y mejor amiga, hace unos meses cuando supo de la organización de nuestro evento, decidida colaboró con nosotros y nos permitió usar una de sus fotografías, la del chinelo, en la que se aprecia el azul del cielo, y así es todos los días del año en Morelos.

Conocer Morelos, este trozo de México, es una experiencia que a todos recomiendo, y ahora que se acerca el Congreso de Esclerosis Múltiple, tendrán la oportunidad de vivirlo en carne propia: el camino a Cuernavaca es el mismo que lleva hacia Cocoyoc, pero la desviación a Oaxtepec es varios kilómetros antes de la ciudad.

Ahí el paisaje es igualmente majestuoso: al Oriente los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, pero a lo largo del camino se siente casi como si se pudiera tocar el Valle Sagrado de Tepoztlán, el Cerro del Tepozteco y todas esas formas en las rocas sobre el pueblo mágico.

Por todos lados es verde Morelos, hay flores y árboles generosos, el cielo es siempre azul y el sol eligió para vivir este pedazo de México.

(Las fotos de este post son algunas de sitios web, dos tomadas de GoogleMaps, y la del Chinelo, de Margarita Estrada)

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